Summary:
¿Qué hubiera pasado si bella hubiese sido desde el principio una inmortal? Y no
tan solo inhumana sino, perversa, mala, cruel ¿Edward la hubiera amado? ¿Qué
hubiera pasado si bella hubiese sido una Vulturi?
Prologo
¿Mi
pasado? Incierto, oscuro e inestable. No recuerdo nada a veces cuando me
concentraba mucho, recordaba pequeñas imágenes, como si estuviera viendo fotos:
una en un Porche, bajo la fuerte luz del sol, que llegaba a resultar cegador,
otra imagen era muy distinta, un bosque, de helechos húmedos, lleno de musgo y
verdor, a veces recordaba a un hombre, con una chaqueta de cuero, y una placa
de policía, pero hasta ahí llegaban mis recuerdos, que antes no existían, y que
poco a poco, durante estos 120 años de mi existencia, han salido a la luz.
¿Mi
presente? Poder, crueldad, ambición, asesinatos, venganza, sangre y… perfecto.
¿Mi
nombre? Isabella Marie Vulturi.
Primer capítulo: así
soy yo…
- Félix
ya déjalo ¿OK?- lo fulmine con la mirada- lo voy a hacer y punto, estoy al mando
y es mi trabajo, ya déjame de molestar.
- Pero
yo sé que no te gusta eliminar a niños vampiros.
- Si,
es verdad, pero es una orden de aro, y tenemos que obedecerle.
- Por
favor Isabella, sabes perfectamente que si le dices a aro, que quieres
liberarte esta misión, te va a deja, eres su preferida- puso los ojos en
blanco- su intocable Isabella.
Después
de aro, cayo y marco, incluso antes de las esposas, yo tenía que ser igualmente
de respetada y obedecida, sin ningún pero. Mi capa era igual de oscura que la
de ellos. No sé si aro me quiere tanto como dice, mi persona o por mis dones,
que le servían de mucho, ya que uno me hacía y nos hacía inmune a todos, como
un escudo, que nos protegía de todos los dones que tuvieran que ver con la mente.
Mi segundo don es todo lo relacionado con la naturaleza; agua, fuego,
tierra y podía manejar también el clima.
- señorita
Isabella, aro la llama, con urgencia- me dijo Eleazar
- vamos
Eleazar, me puedes llamar de tu, eres muy querido para mí y lo sabes.
Eleazar
es el vampiro que me encontró, al borde de la muerte. Según lo que me dijo
jane, no fue por eso, simplemente me convirtió porque según el don de Eleazar,
yo podía servir de algo, su don era saber, que dones tenían los demás, aunque
era más difícil siendo humana, al parecer yo me manifesté muy bien, como para
que aro quisiera conservarme, me alegraba que jane, mi mejor amiga, me lo
hubiera confesado. ¿Yo? ¿Convertida por lastima? ¡Ja! Si claro. Cualquier
otro vampiro estúpido, hubiera usado esa información para lastimarme, nunca se
daban por vencido, en los 120 años que soy una Vulturi, he matado a una suma
incontable de vampiros, ¿Qué acaso nunca iban a entender? Yo era inmune, tanto
físicamente, psicológica y sentimentalmente, nada entraba en mí. Gracias a
Eleazar era una vampira, fuerte, letal, invencible, hermosa, rápida, sedienta
de sangre y crueldad, y me gustaba, me gustaba que los demás se arrodillaran
ante mí, pidiendo piedad, que me idolatraran, me gustaban ver a mis presas
retorcerse de dolor en mis brazos, me satisfacía enormemente ver mis ojos en el
espejo, inyectados en sangre… no sé por qué soy así, a los principios de mis
años como inmortal, era sensible, temerosa, cobarde y estúpida, me dolía ver
como eliminaban a los otros vampiros, y me destrozaba mí ya corazón muerto, ver
a los humanos, con sus ojos ahogados en miedo, rogándome con la mirada que no
acabara con sus vidas, verlos corriendo por la habitación de Volterra , intentando
sin éxito sobrevivir, ver como se cerraban sus ojos, ya sin vida, mientras yo
le extraía su sangre. Ahora cuando pensaba en eso me parecían puras idioteces,
cursilerías sin razón, esta era mi naturaleza, yo soy el depredador y ellos mi
presa, simple ley de la vida, todos los humanos tenían que pasar por el siglo
de la vida, solo que yo se los adelantaba, ahora simplemente los veía como un
rebaño de animales, que se alejaban de ti por instinto, para mi incluso era
divertido. Quizás me convertí en un monstruo porque así aro me lo inculco:
nosotros éramos los dioses, ellos y el exterior piezas que podíamos
manipularlos a nuestro antojo y voluntad, esta soy yo y nadie me puede cambiar
ya es demasiado tarde…
- Gracias
Eleazar, ya voy.
- Le
avisare a aro- me respondió con una sonrisa.
- No,
vete a alimentarte.
- Pero…
- Pero
nada… Demetri - llame- ve y avísale a aro, que en un momento estoy con el
- Por
supuesto señorita- diciendo esto salieron los dos de la habitación, me quede
sola con Félix… bueno a excepción del grupo de tomas
- Oye
bella- comenzó a decir Félix, mientras nos girábamos a hacer nuestro trabajo.
- Trata
de no llamarme de tú cuando estemos con gente Félix- le dije
fríamente- a no ser que quieras que le lleguen con el cuento a aro- Félix me
miro, como queriendo averiguar si esta bromeando o no, al ver que no, se empezó
a inquietar.
- Pero
bella, tu misma me dijiste que te llamara así.
- Yo
no he dicho otra cosa, solo estoy diciendo que no te conviene que los demás te
escuchen.
- ¿intentas
decirme, que si aro, se entera de que te tuteo, no me defenderás?
- Obvio…
que no Félix! ¿Cómo se te ocurre?
- ¿Por
qué no?
- Por
que los demás perderán el respeto que me tienen, me caes bien, pero eso no
significa nada.
- Ajajá…
no vas a cambiar nunca
- Nunca- reafirme
- Ya…
pero no me desvíes el tema, yo quería decirte algo
- ¿Qué
pasa Félix?- pare de caminar
- Yo
solo me preguntaba si no te abrías aburrido ya, de que todos te llamaran
señorita, si acaso no te llamaría la atención el señora vulturi.
- Ahí
Félix, no empieces otra vez con eso, sabes que entre tú y yo no va a
haber nada
- ¿Por
qué no?
- ¡por
que no y punto, ya déjame en paz! Además aro te arrancaría la cabeza- se
estremeció yo le sonreí
Giramos
y quedamos al frente de tomas, marco y Cristopher, unos niños adorablemente
hermosos, con hoyuelos marcados en sus mejillas, sus ojos rojos nos muraban
asustados, esto era lo único que no me gustaba de mi trabajo, deshacernos de
niños inmortales, al fin y al cabo no era su culpa, ser convertidos, había
intentado convencer a aro, de que no era necesario matarlos, eso era a lo único
que se había negado a consentirme, me quedaba el consuelo que a sus creadores
los veía arder en las llamas del fuego.
- ¿Qué
nos van a hacer? Sollozo Cristopher- me arrodille junto a él y lo mire a los
ojos.
- Nada
niño, no te preocupes- luego comencé a hablarle a los tres- nada les pasara,
por favor, cierren sus ojitos y piensen cosa lindas, recuerden a sus familias,
para que así se puedan tranquilizar y podamos hablar calmadamente.
Todos
asintieron tomas fue el primero en cerrar sus hermosos ojitos, los otros dos lo
quedaron mirando con miedo, luego marco siguió su ejemplo pero Cristopher me
quedo mirando fijamente con la desconfianza llameando en sus ojos, yo le dirigí
una sonrisa alentadora, y por fin cerro sus ojos. Poco a poco fueron
apareciendo en sus adorables rostros unas sonrisas de felicidad. Le hice una
indicación con la cabeza a Félix, que de inmediato reacción agazapándose, en
menos de un segundo, no lanzamos a por los pequeños inocentes.
Estaba en mi grande y lujosa habitación, recordando como
poco a poco, una a una, esas adorables sonrisas de esos angelicales rostros,
fueron desapareciendo, mmm lastima, pero yo no podía hacer nada por ellos. Me
levante y fue en busca de mi maleta de viaje, comencé a empacar mis cosas
mientras recordaba mi conversación con aro,
- ¡querida!-
Exclamo aro en modo de saludo, en cuanto me vio entrar, al salón.
- ¿Cómo
estas aro?
- Excelente,
ahora que te veo solo le sonreí.
- ¿Para
qué me querías aro?
- Mi
querida bella, necesito pedirte un favor, enorme, y sé que eres la única capaz
de lograrlo
- Claro,
aro para eso estoy.
- Es
importante, que sepas que esta no es una misión cualquiera, es una misión que
posiblemente, sea la más importante que vayas a hacer- me sorprendí de eso, y
me dio una pizca de entusiasmo, me encantaban estos trabajos.
- Sabes
que eso no es problema para mi aro, ¿a cuántos ahí que matar esta vez?
- Jajaja,
sé que no es un problema para ti quería, pero como te dije esta no es una
misión cualquiera, esta vez no vas a matar a nadie, e iras como Mariana
González – ¿Qué demonios?
- Espera,
espera… ¿mariana? ¿y mi nombre? ¿Por qué no puedo usar mi nombre
aro? – vacilo bastante antes de responder a mi pregunta.
- He…
mmm… no es seguro, como te dije esta misión no es de llegar y matar, este es un
trabajo importante bella, te escogí a ti porque eres la mejor.
- Ok,
aro dime ya que es lo que tengo que hacer
Quería que me dijera de una vez todo, mi curiosidad
aumento a mil, sobre todo por el nombre, aro siempre decía: chicos siempre den
a demostrar quienes son, que el apellido VULTURI se escuche en todos lados,
entonces ¿Por qué demonios quería que me presentara por mariana? Sin duda esta
seria, como bien dijo el, una misión importante, y yo era la única capaz de
hacerlo, o si no, no me hubiera elegido.
Tomo una de mis manos y me guio por un amplio pasillo,
bajamos unas escaletas, giramos hacia la derecha, y entramos en la torre
prohibida, nada de esa torre yo conocía, pobre del estúpido vampiro que vieran
por estos lugares, porque no alcanzaría a decir ni mu, y ya estaría en el
infierno. Llegamos a una puerta hecha de madera, y fierros.
- Isabella
– me hablo serio- esta habitación es mía- me quede boquiabierta, según decían,
nadie nunca, había entrado a ninguna de las habitaciones de los amos, y menos
en la de aro, y ahí estaba yo, parada en la puerta de aquella sección
prohibida, y nada más ni nada menos que con el mismísimo dueño.
- Pero
aro esta sección está prohibida, para todos.
- Bella-
me miro a los ojos, y coloco sus manos en mis hombros- tú no eres todos tu
eres una y única, tienes que darte cuenta que eres la única
que ha entrado a mi habitación, aparate de mi esposa claro, sé que no me estoy
equivocando. Quiero que sepas, que de todos en la guardia, seas la única, en
que yo podría confiar con los ojos cerrados, y por eso mismo estamos aquí.
No sabía que decir, me encontraba muda. Sabía que él me
consideraba unas de las más fuertes, pero nunca se me paso por la cabeza, que
me tuviera confianza.
Abrió la puerta con una llave muy antigua, como toda la
torre, me indico que pasara con la mano, y así lo hice. La verdad no sé porque
me sorprendió tanto, dentro era muy lujosa, no como la torre, aunque igual
tenía un estilo antiguo, pero era preciosa.
- Guau
aro, es hermosa tu habitación.
- Tu
tendrás una así, una como quieras, tendrás todo lo que quieras, si me haces
bien esta misión.
- ¿lo
que yo quiera?
- Si
– lo pensé en un instante… ¿lo que yo quiera? Pero… ¿Qué era lo que yo quería?
Si ya lo tenía todo.
- Incluso
te puedo convertir en uno de nosotros.
- ¿Cómo?
pero si ya soy una Vulturi ¿o no?
- Jajaja,
claro querida ¿acaso lo dudas?- no me dejo responder- me refiero a unirte a
nuestro trio- apenas menciono lo del trio me di cuenta a lo que refería, estaba
atónita- serás una de mis hermanos, si haces bien lo que yo te indico.
- Pero
aro, ¿me estás hablando en serio?
- ¿tú
crees que yo alguna vez no he hablado enserio? Bella la gloria y todo el poder
que quieras será tuyo.
- Pero
¿y tus hermanos?
- Ellos
ya están al tanto, pero por el momento hablaremos de tu misión- asentí con la
cabeza- veras en la península de Olympic, al noroeste del estado de Washington,
está un pueblecito llamado, Forks, ahí está mi nueva amenaza- camino
hasta un mueble, y lo abrió con una llave pequeña, saco un sobre grande
amarillo y me indico que me sentara en su inmensa cama, le obedecí y tome
lugar, él se sentó a mi lado- toma- me paso el sobre y lo abrí dentro había
muchas fotos, saque la primera donde había un hombre que ya conocía, con su
pelo rubio, y extremadamente hermoso, antes de que yo dijera su nombre aro me
gano- él es Carlisle, el líder de ese aquelarre, quiero que en el mantengas
mayor vigilancia, tengo la leve sospecha que puede estar armando un ejército en
mi contra, mira prosigue con las fotos- en la siguiente había una mujer, con
rostro de corazón, en su rostro, lo que más llamaba su atención era una sonrisa
adorable y muy maternal, en ese momento no sé qué me ocurrió, pero se me
apretó el pecho, era como si estuviese viendo a la madre que me hubiera gustado
tener, puras tonterías – ella es Esme la esposa de Carlisle, y madre de muchos
de los que veras a continuación, tanto ella como Carlisle son el centro del
aquelarre- saque otra foto del sobre, en ella había un hombre de pelo
negro corto, su físico era extremadamente grande y musculoso, parecía un oso, y
tenía una sonrisa burlona en el rostro, unos de sus fuertes abrazos, sostenía
la cintura de una mujer extremadamente hermosa, nunca había visto tal belleza
en una persona, ni siquiera una vampira como ella, tenía un pelo rubio que caía
ondulado y a cascadas hasta su cintura, que era pequeña y definida como todo su
cuerpo, su rostro era hermoso, con rasgos súper finos y perfectos.- él es
Emmett, el más fuerte de los integrantes de aquel aquelarre, pero a la vez es
un niño, aunque muy protector, y del todo infantil… ella es Rosalíe, su única
arma es la belleza, como ya te abras dado cuenta, y su debilidad es su ego, y
su pasado. Saca la otra foto por favor. Ella es Alice y él es Jasper- en la
foto había una mujer o casi niña por su altura, de pelo negro corto y con
mechones apuntando a todas direcciones, era tan flaquita, como un fideo, pero
al igual era hermosa, no sabía por qué me impactaban tanto sus apariencias, si
yo conocía a muchos vampiros, y sabía perfectamente que esa hermosura era a
causa del vampirismo. Sus ojos destilaban alegría y emoción. El chico tenía un
color en el pelo, entre rubio y castaño, era un rara mezcla, como miel, y su
rostro era serio, en sus ojos solo se veía un felino, me agrado el chico- de
ellos no se prácticamente nada, sobretodo de Alice, sé que Jasper, estuvo en
unos de los ejércitos de neófitos al sur, y se salvó de la extinción. Saca la última
foto, luego las otra las podrás ver en tu habitación- saque la foto, y fue la
única en la que me quede sin respiración, era un vampiro extremadamente
hermoso, nunca antes había visto una belleza igual, me daban ganas de devorarme
la foto, su pelo era de un color que rara vez había visto, un color cobrizo y
su peinado era desaliñado, unas pestañas largas y unos ojos dorados ¿dorados?
Jajaj entonces no era un vampiro, pero ¿y las ojeras? ¿Y su piel pálida?
Además un humano no podía ser tan hermoso. Aro interrumpió mis inquietantes
pensamientos- él es Edward- mmm bonito nombre- él fue el primer hijo adoptivo
de Carlisle, y también unos de los más queridos, tampoco he averiguado mucho
sobre él, pero al parecer, es uno de los más importantes- nos quedamos unos
ratos en silencio, mientras volvía a revisar las fotos, y esta vez me percaté
de que todos tenían los ojos dorados, aunque en distintas tonalidades.
- ¿aro?
- Dime
querida
- Ellos
son vampiros cierto
- Jajja
obvio, o si no me daría tanto la molestia de investigarlos.
- Y
entonces ¿Por qué todos ellos tienen los ojos dorados?
- Ah!
Eso es porque ellos beben de la sangre de animales.
- ¡¿Qué?!
- Eso
querida.
- ¡qué
asco! – aro sonrió y me miro como cuando mira a sus preciosas joyas- ¿Por qué
lo hacen?
- Por
qué le dan lastimas los humanos, creen que son personas como nosotros.
- ¡Pero
eso es una tonterías! ¡Tú me dijiste que ello no tenían sentimientos!
- Si,
y es verdad, yo aún no lo logro entender.
- Ok…
cambiando de tema, ¿cuál es mi misión? Todavía no me la has dicho
- Quiero
que vigiles de cerca a todos ellos, quiero ver si se vuelven una amenaza,
quiero ver que tanto peligrosos se pueden volver, quiero saber si tienen dones,
si fuera el caso, quienes no y quienes sí, y cuantos.
- A
ok, ¿pero de donde sacaste estas fotos, como sabes tanto?
- Porque
he mandado a un par de inútiles que siempre los terminan pillando, y se que tu
serás mucho más inteligentes que ellos.
- Ni
lo dudes, otra pregunta ¿Por qué no vas personalmente y se los preguntas?
- Al
principio lo pensé, pero por falta de tiempo envié a otros, a quienes los
pillaron, y se esparció el rumor que los Vulturi los querían fuera de su
camino, solo porque su número de integrantes crecía, y no dijo que no sea
cierto, pero tampoco me puedo arriesgar a que lo crean
- Ok…
confía en mi aro, no te decepcionare.
- Si
lo sé, ahora ve a prepararte- me limite a salir con el sobre.
- Ah!
Bella- me llamo, se me había olvidado, que tonto soy, el apellido de ellos es
Cullen… y es muy importante que si ves que es una amenaza para mí, los elimines
inmediatamente
No sé por qué pero esa parte del plan no me gusto, que
idiotez más grande, no quería. Pero lo haría, aunque de eso dependiera mi vida.
Era un reto, una simple misión. Antes de salir de aquella grandiosa habitación
le asentí con la cabeza a aro.
La maleta ya estaba lista, en menos de 5 minutos, ya
estaría camino al aeropuerto.
- Pensé
que te gustaría esta misión- me comento aro en mi habitación- pensé que te
gustarían los retos fuertes, que estuvieran a tu altura… - me gire sorprendida,
él estaba sentado en mi cama.
- ¿Por
qué me dices eso? Claro que estoy feliz.
- Mmm…
es que te noto rara, algo te molesta, te perturba, y no sé qué es- extendió una
de sus manos hacia mí, con la palma abierta- ¿me harías el honor mi preciosa
Isabella?
- Aro…
no es necesario, estoy bien- trate de sonar lo más convencida posible.
- Querida,
quiero saber qué es lo que te inquieta- con un suspiro le entregue mi mano,
retirando completamente el escudo de mi mente, quedándome desnuda, bueno al
menos así me sentía, aro se concentró por algunos segundos.
- Asombroso-
exclamo- como siempre me pasa, me deleito con tu mente, eres impresionante…
mmm…. Así que te preocupa Forks, no entiendo por qué te atormenta tanto, ya
sabes que es allí donde te encontramos, yo mismo te lo confesé, además ya
acudiste a ese lugar buscando respuestas – lo mire con horror- sí, sí, ya sé
que fuiste hasta allí, como también sé que no encontraste nada, que pudo
haberte servido de algo- me tranquilice- así que tranquila, ahora dudo
que encuentres algo, nunca he conocido a un humano que haya vivido más de 120
años, como para que te hubiese conocido, y te cuente sobre lo que más temes,
sobre tu pasado.
- Tienes
razón aro, ahora mejor me voy no quiero encontrar un vuelo muy tarde.
- Bueno,
pero antes Alec quiere hablar contigo, voy a hacer que lo llamen.
- Gracias
aro
- Gracias
a ti querida, y cuídate mucho- se despidió depositando un beso en mi frente-
recuerda cualquier novedad me llamas- se quedó pensando por un momento- y si
recuerdas algo también- solo le asentí.
Estaba tan concentrada en mis pensamientos que no sentí
llegar a Alec, hasta que sentí como sus brazos rodeaban mi cintura, y sus manos
acariciaban mi abdomen, y bajaban hacia mi entrepierna, suspire.
- Alec…no
puedo, me tengo que i-r… - no pude terminar la frase con coherencia, ya que sus
manos restregaban mi clítoris.
- Vamos
bella, déjate llevar- susurro sensualmente en mi oído- una pequeña despedida…
quizás cuanto tiempo estés fuera y yo aquí solito, extrañando tus besos, tus
caricias, tus gemidos… -
Comencé a respirar agitadamente, aun sabiendo que no
necesitaba el aire. Alec me apretó más contra su cuerpo, solté un jadeo
intenso, cuando sentí su enorme excitación pegada a mi trasero, eso fue mi
perdición y ya no aguate más, necesitaba a Alec, necesitaba tener su miembro
dentro de mí, sentirlo salir y entrar en mi interior, sin descanso.
Me di la vuelta y comencé a besarlo apasionadamente,
mientras desgarraba su camisa, que cayó al piso hecha trisas. Lo empuje hasta
que callo en mi cama y se quedó recostado, mirándome con deseo y lujuria,
comencé a gatear hacia su boca, dejando pequeños besitos húmedos por todo su
abdomen, su pecho, su cuello, hasta que llegue al lóbulo de su oreja, que mordí
gimiendo en su oreja.
Emitió un gruñido de excitación, que provoco que allí
abajo, me humedeciera más. Alec puso sus manos en mi trasero, alzándome y
sentándome en su abultado amigo, con mis piernas una a cada lado suyo, lo bese
mientras el acariciaba y apretaba mi trasero, restregando mi zona intima contra
su miembro, donde sentía miles de pequeñas descargas eléctricas, recorrer mi
parte baja y mi columna.
Le saque el cinturón a velocidad vampírica, quería tener
su pene dentro de mi cuanto antes.
Alec pareció darse cuenta de mi estado de ánimo, ya que
rajo en un segundo mi traje de viaje dejándome completamente desnuda, no me di
ni cuenta cuando le saque su pantalón, dejando su maravilla a mi merced.
Tome su miembro en mis manos y comencé a masajearlo.
- Oh!!…
dios mío bella- reí internamente, seguro que él creía en dios.
- ¿te
gusta?- pregunte sensualmente.
- Mmm…-
Alec me apretó las caderas con fuerza, tratando de contener un gemido, pero no
puedo retenerlo y se le escapo entre los dientes.
- Vamos
Alec… dime que si te gusta- le presione, mientras mi mano aumentaba la presión
y velocidad alrededor de su pene, haciendo que se retorciera debajo de mi
cuerpo.
- ¡¡si
bella!! ¡¡Sí!! ¡Por los mil demonios! ¡No me gusta, me vuelve loco, me
desquicia! ¡Cómo me desquicias tú!
Me excito demasiado que gritara de esa manera todo lo que
yo le provocaba. Alec comenzó a acariciar mis muslos, mis caderas, subiendo
hacia mi abdomen, y luego mis pechos, que apretó ligeramente y jugueteo con mis
pezones, produciendo en mí, débiles gemidos.
- Demonios
bella, quiero poseerte ya no aguanto más.
No necesite más palabra para tomar su miembro y colocarlo
en mi entrada, luego cuando estuvo asegurado, coloque mis manos en sus hombros,
y me deje caer abruptamente, haciendo que entrara del todo en mi interior.
- Ahh!!
– jadee y comenzó a cabalgar a Ale
- Bella
oh! Bella- Alec no para de gemir
Sentí una presión en la parte más baja de mi abdomen, que
quería ser liberada, Salí casi del todo del miembro de Alec, para luego dejarme
caer, fuerte, rápido, duro.
Haciendo que los dos gritáramos de placer.
Sentí Alec comenzó a crecer en mis paredes vaginales, y
como estas apretaban el miembro de Alec.
- Oh!!
Bella me co… roo
- ¡¡Vente!!
Alec se vacío dentro de mí, luego que ambos hubiéramos
disfrutado de un exquisito orgasmo.
Me Salí del miembro de Alec, y me dirigí a mi armario, me
voltee a ver a Alec que estaba acostado en mi cama, con las manos detrás de la
cabeza.
- ¿a
qué esperas?- le pregunte
- ¿Qué?
¿a qué te refieres?
- A
que ya tuviste la despedida… ahora me tengo que ir, así que agradecería que te
marcharas- Me quedo mirando con los ojos entrecerrados.
- A
veces te pasas Isabella… conmigo no tienes que aparentar ser tan dura.
- Yo
no aparentó, yo soy- se paró en un segundo y se puso una bata que tenía colgada
en una percha- para la otra me dejas con ropa- me gruño el ojo y me sonrió.
Alec nunca se enojaba por nada. Se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla-
igual te amo
- Pues
yo no ¡vete!- le dije con toda la frialdad que. Alec me volvió a sonreír y se marchó.
Me puse un vestido rojo ajustado al cuerpo, unos
tacones negros y joyas muy pronunciadas… parecía puta pero me gustaba, saque
mis llaves de mi auto, y Salí del castillo...
El cielo estaba totalmente soleado. Con mi don retire el
sol, y puse la nubes, para que me taparan de los pequeños rayos.
Me subí a mi auto y me fui camino al aeropuerto, mientras
las puertas de Volterra se cerraban a mis espaldas, aunque sabía muy bien que
se abrirían, en cuanto pusiera un pie de nuevo, en Volterra, mi querida ciudad.
El vuelo había sido fastidioso y doloroso, no me había
alimentado en mucho tiempo, y el ambiente en el avión me torturo, el aire esta
cálido, muchos corazones latiendo, bombardeando sangre hacia sus cuerpos, esa
sangre que permitía saciar me sed. Pero no podía, la moral no me lo permitía,
tenía que controlarme, aunque sería muy fácil asesinar a todos en el avión, y
muy tentador, un banquete de los dioses. Pero necesitaba llegar a Forks, y
acabar con esta misión de una vez por todas, para luego volver a Volterra a mi
hogar, y convertirme en una más de la familia de la realiza.
Mi nombre seguiría reconocido temido y respetado en
cualquier parte del mundo, ese siempre ha sido mi sueño, siempre, y aro lo sabía
por eso me ofreció eso a cambio.
Por fin llegue al aeropuerto de Seattle, fue un alivio
mental ver que está lloviendo, ya que a todas parte donde iba tenía que usar mi
don, con el paso de los años resultaba un fastidio. Aunque no me extraño, antes
ya había venido aquí, específicamente a Forks, buscando respuestas, buscando mi
pasado, que hasta el día de hoy me atormenta, ¿Por qué no recordaba nada? No
recordaba nada, absolutamente nada, y me frustraba, me frustraba a sobremanera,
me hacía sentir débil vulnerable, pero hace algunos meses atrás había decidido
dejar todo atrás, con pasado incluido, y disfrutar mi presente y futuro, mi
gloria y mi triunfo al máximo. Pero volver al mismo lugar donde había vivido mi
humanidad provocaba algo en mí.
Aunque claro no podía comparar esta vez con la anterior,
antes estaba asustada, que digo asustada, estaba aterrorizada, hasta
traumatizada, pero era una novata vampira, frágil y débil emocionalmente, dolida
por no tener un hogar, un padre o madre, despertar de un día para otro, sin
recordar nada, solo una bruma negra que te aplastaba la cabeza, cada vez que
intentaba recordar algo, rodeada de vampiros hostiles, que buscaban
cualquier momento para matarte, y que salieras de su camino, así fue como me
convertí en lo que soy actualmente, matado para sobrevivir, matando para alimentarme,
matando para surgir. Ahora era diferente me endurecí, nada me penetra el alma, porque
yo estoy segura que todo los vampiros tenemos alma, o espectros de ellas, estoy
segura que ahí cielo y infierno, y también segura que yo me iré al infierno…
Ahora cuando vuelvo a esta tierra… esta cuidad… no siento
miedo como la última vez, solo un presentimiento raro, que no me gusta, no me
agrada, y me atormenta. Sentía que mi vida cambiaria, y el hecho mismo me
aterraba.
Tuve que pasar la noche en un hotel de la cuidad, ya que
mi auto tardaría en llegar unas doce horas más, me quede toda lo noche pensando
en los pros y los contras de extraña misión, había algo en especial que me
inquietaba ¿Por qué demonios tenía que usar otro nombre? “Mariana González” ja!
No me gustaba, no iba con mi personalidad, quería usar mi nombre. Mi nombre,
eso era lo único que tenía.
Aro no me había dicho nada contundente acerca del maldito
nombre, lo único que salió de sus labios fue un “no es seguro” ¿Qué tendría que
haber entendido de eso? Me sentía frustrada, y confundida, de lo único que
estaba segura, no podía dejar que supieran mi identidad, no hay que ser inteligente
para saber que podría estar en peligro, aunque alguien de ese clan, aunque
fueran 7 vampiros bien fornidos, me atrapara y pudiese hacerme daño me tenía
sin cuidado, pero más vale prevenir que lamentar, además no tenía ni la menor
idea que dones tenían, ni cuales serían, bueno si es que tenían. Y si llegaba a
haber algún peligro, más que seguro que tendría que ver con la mente, y en eso
yo estaba protegida. Una vez más me admire de la inteligencia estratégica de
aro, que no daba puntada sin hilo, cuando amaneció decidí confiar en él, pero
hasta cierto punto, no iba a arriesgar mi vida por él, cuando viera que la
situación se me salía de las manos, simple y sin complicaciones; los mataría.
Quería salir a reconocer el lugar, la cuidad, además
necesitaba saciar mi sed, estaba sedienta totalmente, primero fui a por mi
maleta, necesitaba cambiarme de ropa, no era muy común andar por una ciudad tan
fría y húmeda, en vestido. Cuando me percate del gran sobre que había en mi
equipaje, me había olvidado completamente del, Era el que aro me había dado. Lo
abrí con curiosidad había dos fotos y un mapa de la cuidad de Forks,
perfectamente detallado, me gustó mucho el gesto de aro; hacerme la vida más
fácil. Pero era completamente innecesario yo ya había venido aquí.
En la primera foto se posaba el instituto de Forks, que
ya había visto con anterioridad, al parecer aro quería que me infiltrara en
aquel lugar, eso sería fácil, ya lo había hecho, me había hecho pasar por
estudiante, profesora y hasta directora de alguna institución.
La segunda foto mostraba una casa sencillamente preciosa,
de tres pisos ventanales grandes. La casa estaba rodeada de muchos árboles, la gama
de colores de la casa era clara, me encanto, no era a lo que acostumbraba a
ver, tenía algo especial esa casa, que aun estando impregnada en un papel lo
transmitía, ¿Para que me había enviado la foto? ni idea.
Salí, no llovía pero si había una densa niebla, decidí
“cazar” de camino hacia Forks ya que había decidido ir a matricularme al
colegio ese mismo día, ya que era empezar el instituto cuanto antes. Me asegure
no tener miradas humanas pendientes de mí y eche a correr por los bosques, para
que negar que me gustaba correr, y sobre todo en los bosques, porque no sé pero
me hacía sentirme bien, dejarme llevar por el viento, mis pies que casi se
movían solo. Había un grupo de personas cazando por allí cerca, pero eran
muchas, diez para ser exactos, y no quería llamar la atención, haciendo
desaparecer a todos aquellos, me saque el chaleco, quedando solo con una
fina blusa, unos jeans apretados y tacones, me solté el pelo y trate de llamar
la atención de algún desafortunado hombrecillo. Para mi suerte el anzuelo pico
rápido, me miro, y sus ojos se pusieron como platos, se paró de donde estaba,
menos mal no llamo la atención, porque los demás ni cuenta se dieron, y
siguieron hablando tranquilamente, sin sospechar que la vida de su amiguito
correría peligro, le sonreí pícaramente, y el abrió la boca como tarado, alce
un dedo y le indique que avanzara hacia mí, sin pensarlo dos veces, comenzó a
caminar hacia mí, hacia el destino de su lamentable muerte.
El humano parecía como si estuviese hipnotizado. Pero el
miedo se reflejaba en sus ojos y no me equivocaba, lo demostró cuando dio un
paso hacia atrás, lejos de mí, dudando. Estábamos a una distancia de
cinco metros. Tenía que darme prisa, porque los otros hombres que lo
acompañaban, se podrían dar cuanta de mi presencia, y todo se complicaría, sin
motivo.
- Hola
precioso- susurre provocadoramente- ¿quieres venir conmigo?- le pregunte,
mordiéndome la punta de un dedo, de una forma sensual.
Ahora si no le quedaron dudas y vino directamente hacia mí.
¡Que lento! Tenía tanta sed, que me impaciento su paso humano. Cuando estaba a
un metro escaso de mí, comencé a retroceder, paso por paso, hasta internarme
entre los árboles, nunca solía ser tan delicada ni detallada con mis presas.
Pero por primera vez, de verdad que no quería llamar la atención.
Pare mi andar, ya que nos encontrábamos internado en el
corazón del bosque, bastante alejados ya de sus amigos. El también paró,
imitándome.
Comencé a dar vueltas a su alrededor, lentamente, mirándolo
de todos los puntos de vista, como un felino, pero más sutilmente, más
delicado.
El corazón de mi presa comenzó un ritmo, constante y
acelerado, el aumento era considerablemente delicioso.
Me encontraba detrás de su espalda, pase mi brazo derecho
por su lado posterior del cuello, e introduje mi mano por la abertura de su
camisa, pasando por su pecho, que para mi sorpresa estaba bien fornido. Y
posicione la palma de mi mano, en el lugar exacto donde su corazón latía a
plenitud máxima.
Tuve que aguantarme las ganas de introducir mi mano en sus
costillas, y sin misericordia arrancarle el corazón a ese frágil humano, y
luego directamente beber la sangre que lo rellenaba… pero no quería ensuciarme.
- No,
no, no- susurre en su oído – no te conviene tener el pulso acelerado- solté una
sutil risa… aguda, cruel. Me agrado como siempre sentir su cuerpo temblar, del
miedo, del pánico.
- ¿Quién
eres? ¿Qué quieres?- me pregunto tartamudeando.
- ¿Quién
soy?- sonreí- ni yo lo sé- pero de algo te aseguro, mi voz será lo último que
escucharas ¿Qué quiero?... mmm pues eso es bastante simple… tu sangre.
Aproxime mi boca a su cuello, apoyando mis labios cerrados,
podía sentir el flujo cálido de sangre bajo su piel, la ponzoña Haciendo que
entrara a un estado de frenesí. Abrí mi boca, retirando mis labios, y
exhibiendo mis afilados dientes estaba a centímetros de su piel… cuando me
sentí volar.
- Corre.-
oí decir a una voz aterciopelada y unos pasos torpes alejarse del lugar,
mientras yo volaba por los aires. Me aferre de una rama de un árbol, dándome la
vuelta y quedando aovillada en la misma. Me quede con la cabeza gacha, tratando
de controlarme, pero no lo logre del todo. Le gruñí como un verdadero animal
enfurecido, y es que así es como yo estaba, enfurecida, aparte de
extremadamente sedienta, gracias a eso de muy mal humor, mas encima se atrevió
a interponerse en mi casería, y ni siquiera de frente, lo hiso por la espalda.
Fue tan rápido que apenas lo oí llegar, me pillo de sorpresa, como casi nunca
me ocurre, pero estaba muy concentrada en querer sentir aquella cálida sangre
fluir por mi boca, aquella sangre que ahora corría lejos de mí. Me dolió la
garganta, de verdad tenia sed, que provoco que le gruñera aún más fuerte y con
mayor ferocidad.
- Tranquila…
hay otra solución, no solo matar a humanos es válido.
- ¿así?
No me digas- le conteste irónicamente, aun tratando de no tirarme encima del.
Me deje caer al suelo, con mis manos entremedio de mis
piernas, apoyándolas en el suelo. Levante mi mirada clavándole mis furiosos
ojos a aquellos de color dorados que me miraban de una forma pacífica.
Pero de pronto me miraron de una forma extraña, con
sorpresa, incredulidad, miedo. Se le cayó la mirada al suelo, y no salía de su
asombro. No sabía a qué se debía tanta sorpresa, pero aproveche aquella pequeña
y extraña ventaja. Me situé al frente del, en menos de lo que se pestañea, lo
tome del cuello estampándolo contra un árbol, levantándolo del suelo. Sabía que
eso no lo dañaría, solo era una forma de inmovilizarlo. Sus ojos todavía
mostraban sorpresa.
- ¡Nunca!-
le rugí- ¡Escúchame bien!- le grite- ¡Nunca! ¡Jamás! ¡Vuelvas a interponerte
entre mi presa y yo! ¡¿Me oíste bien?! ¡Jamás! Porque para la próxima no
vivirás para contarlo- lo amenace.
Decir que estaba furiosa, sería poco, estaba totalmente
descontrolada. Quería matarlo Clavarles los dientes en su cuello, y rajarle la
cabeza de un solo movimiento. Pero no podía, no debía. Por qué el que tenía
colgado de mi mano, era nada más y nada menos que el famoso Edward Cullen… pero
¡Ah! No me podía tranquilizar. Pero tenía muy en claro que matarlo no era una
opción. El movió la boca para hablar, solté un poco mi agarre.
- Isabella-
susurro con dificultad.
Yo me congele, y lo solté automáticamente, ¡Dios santo, un
Cullen me concia! No, no, no, pero como tanta mala suerte. Un Cullen sabía que
yo pertenecía a los Vulturis. Mi mundo estaba acabado, adiós sueño del premio
ofrecido por aro.
- ¿Isabella…
Swan?- ¿Qué? A ver, para, para ¿dijo Swan? O sea… me estaba confundiendo… pero
eso era muy absurdo, los vampiros tenemos una memoria perfecta. Aunque por el
momento suspire mentalmente, estaba todo bien, el no sabía que yo era una
Vulturi, así que podría seguir con la misión.
- Lo
siento… no sé a qué te refieres… mi nombre es Mariana González- ¡arg! Cuanto
odiaba usar ese nombre- mucho gusto. - Con el susto que me mando, hasta el
enojo se me paso.
- No-
pronuncio lentamente- tú eres la chica Swan, tú vivías aquí en Forks, hace
ciento veinte años, tú eres la chica que mágicamente desapareció de un día para
otro.
Lo quede mirando con la boca abierta. ¿Es que acaso sería
posible? ¿Conocía aquel vampiro mi vida humana? Algo se removió dentro de mi
¿pánico? Yo no estaba preparada para conocer mi otra vida, así tan rápido, de
solo pensarlo me daban nauseas.
No sabía que decirle, pero de no hacerlo seguiría hablando,
lo podía ver en sus ojos, que hablaría y hablaría, hasta que yo recordara
semejante cosa, y para rematar falsa. Por qué me negaba a creer algo tan
absurdo.
- Guau…
¿sí que tienes imaginación verdad? Me sorprendiste ¿sabes? Deberías escribir un
libro- gracias al cielo… y a aro, que tenía experiencia en lo sarcástico e
irónico, aunque las mentiras nunca han sido mi fuerte, hacia esfuerzos. Era mi
trabajo. El Cullen me mando una mirada furibunda, por el obvio sarcasmo de la
frase anterior.
- Me
parece que eres tú la que no lo quiere reconocer… nunca olvidaría tu rostro,
menos tu olor- hizo una mueca- me alegra que ya no exista. Gracias a él, yo me
fui a Denali por unos días, escapando… a la semana volví y tú, ya no estabas.
Tu padre solo…
- ¡¡Para!!-
grite tan fuerte que las aves del árbol más cercanos emprendieron su vuelo.
Sentía como si la cabeza se me fuera a reventar. ¿Es que acaso no lo entendía?
¡No quería escucharlo! No quería saber, me aterraba ¿tan difícil era de
entender?
- Escucha…
perdón, ¿Cómo es que tú te llamas?- me hice la tonta, como si no lo supiera ya.
- Oh…
perdón, que descortés, es que todo fue muy rápido… y confuso… mi nombre es
Edward Cullen- … y yo me quede como una estúpida mirándolo. Es que la forma en
que pronuncio su nombre, a cualquiera la hubiera dejado en shock, como me paso
a mí, aquellos perfectos y carnosos labios me dejaron fuera de combate, era
tan, tan hermosos, que llegaba a doler el estómago, me quede como una boba
mirándolo. Mucho más tiempo de lo que permite la educación. Él se dio cuenta, y
como para rematarme me regala una predilecta sonrisa torcida, y sensual… ni
siquiera en mis ciento vente años, había visto una sonrisa tan perfecta. ¡Isabella
para! Me exigí, me costó al menos dos segundos en retomar el hilo de la
conversación.
- Mucho
gusto Edward- ¡vaya gusto!- como te dije hace un instante mi nombre es MARIANA
González- se lo remarque- y no Isabella Swan, ¿me entiendes bien? ¿O tengo que
explicártelo en francés?
- Mmm…-
hiso como que estuviera pensando en la respuesta, le gruñí- hui, hui que estas
de mal humor- se acercó hacia mí y rozo con las yemas de sus largos dedos, mis
ojeras que estaban color purpura… casi pasando al negro fosforescente. De nuevo
quede en shock. Una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo, desde la punta de
mi cabello, hasta los dedos de mis pies, y supe que en su caso había ocurrido
lo mismo, ya que cerró los ojos y sonrió con su sonrisa predilecta.
- Parece
que tienes sed- dijo abriendo los ojos,
que de pronto tenían una tonalidad oscura. Le siseé ¿Cómo se le ocurría hacer
semejante comentario sabiendo mi estado de ánimo? El retiro la mano de mi
rostro. Lástima.
- Pareces
una neófita- comento con una sonrisa burlona en su angelical rostro.
- De
neófita no tengo nada querido.
- ¿Cuántos
años tienes?
- Ciento
veinte- respondí sin dudar
- Vez…
vez… - haya vamos de nuevo… rodee mis ojos
- Ni
se te ocurra decirlo.
- Mmm
ok… MARIANA- dijo mi… el nombre remarcándolo, y supe por su
tono que no me creía nada de nada- entonces ¿quieres cazar?
- pero…
pero… - no lo podía creer, estaba anonadada- ¡acabas de ahuyentar mi presa! ¡¿Y
me dices que vallamos a cazar?! ¿Qué te pasa? ¿Acaso tienes personalidades
múltiples? ¿Eres bipolar? - rio nuevamente, como si fuera lo más
divertido.
- Mejor
vamos luego… pero te digo algo ahí distintas formas de cazar
- ¿Otras
formas de cazar? ¿A qué te refieres? – pregunte temerosa ¿A qué se refería?
- Ven
vamos… - yo dude- confía en mi-
Me incito mirándome con gran intensidad, por un momento
me sumergí en sus ojos de un exquisito color dorado, me sumergí en lo más
profundo del y supe que podía confiar en aquel estúpido vampiro sexy. A sí que
le sonreí, con unas de las sonrisas más sinceras que pude expresar. Yo no era
de mucho sonreír… mejor dicho yo casi nunca sonreía.
Comenzamos a correr entre los árboles, era todo de una espesa
masa verde, era muy bonito, me hubiera gustado a ver vivido allí, el repentino
pensamiento me dejo helada, más de lo que ya era.
- ¿Te
das cuenta que cuanto animal hay en el bosque se esconde a nuestro paso?-
Edward me saco bruscamente de mis escalofriantes pensamientos- eso comprueba lo
que somos. Unos monstruos- dijo con tono entristecido.
- Es
lo que somos y ya no hay vuelta atrás. No consigues nada con atormentarte con
algo que esta fuera del alcance de tus manos, es algo que tú no puedes cambiar.
- Mmm
buen punto de vista- me alabo.
No me había dado cuanta con la conversación, pero ya no
íbamos tan rápido. Poco a poco íbamos reduciendo más velocidad.
Habíamos llegado a un lugar ampliamente abierto, a donde
podíamos ver a unos enormes alces comiendo del pasto, se podía escuchar lo
fuertes palpitares de sus grandes y pesados corazones bombardeando sangre a
grandes cantidades.
Fue allí donde caí en cuanta. ¿Cómo no fui capaz de verlo
antes? ¿Es que acaso no era demasiado obvio? Parece que Edward y su belleza me
ponían estúpida “hay otra forma de cazar” había sido demasiado claro. Un
escalofrió recorrió mi cuerpo.
- Oh,
oh- fue lo único que atine a decir. Edward no me quitaba la mirada de encima.
No sabía cómo decirle que ni aunque no existiera un diminuto humano en la basta
tierra, probaría esa asquerosidad de sangre, que hasta probablemente me
debilitaría.
- Isabel…
esto… Emmm… MARIANA…
- No
digas nada, no gastes palabras. yo no voy a beber de esa sangre.
- ¿Por
qué no? ¿Es que acaso te da asco? ¿Repugnancia?
- ¡Claro
que me da asco! Y no entiendo cómo es que a ti no te da.- solté sin pensarlo y
temí su reacción. Pero el río
- Te
entiendo, pero ¿No crees que es mejor que acabar con una vida? ¿Acabar con
sueños, metas, planes? ¿No te causa aunque sea lastima el dolor de los
familiares, el dolor físico de esa victima tuya?
- ¡Pero
si ellos no sienten!- solté de repente, y fue lo peor que pude a ver hecho. Ya
que se enojó y mucho. Arrugo su frente, como si no fuese creer lo que yo había
dicho.
- ¿Cómo
eres capaz de decir algo así? – no, esto está mal los Cullen nunca me
entregarían su confianza mientras yo me comportara de una forma tan macabra.
Intente arreglar el asunto.
- ¡Oye,
yo no soy mala!- ¡que cínica!- pero esta es nuestra naturaleza, es así como a mí
me lo enseñaron- lo último era verdad.
- ¿Y
quién te enseño semejante mentira?- me pillo con la guardia baja ¿Qué le diría?
Nunca se me paso por la mente que me preguntaría algo así. Intente salirme por
lo tala-gante.
- No
es mentira- susurre
- ¡Claro
que es mentira! ¡Los humanos tienen sentimientos, pensamientos, se asustan, se
alegran, sienten frio, calor! ¡Se entristecen al igual que nosotros! ¡Sienten
dolor al igual que nosotros! - me reí en son de burla.
- Bella
es verdad- quede entumecida, y no por la rabia de que me llamara por mi
verdadero nombre esta vez, sino por la forma en que sonó la abreviación de este
en sus carnosos e irresistibles labios. Nunca había sentido tales emociones con
nadie, y eso estaba mal… muy mal.
- No
me llames así- susurre sin fuerza. El suspiro exasperado.
- Ok,
ok MARIANA ¿te puedo decir algo? Te juro que después de esto no vuelvo a sacar
el tema de nuevo. – rodee los ojos. Asentí seriamente- bueno al menos que tú
quieras saber… ¿sabes por qué a parte de tu sangre nunca te olvide? – lo mire
desconcertada. Él se acercó más a mí, tenía su espléndido rostro a solo unos
escasos centímetros del mío. Comencé a agitarme.
- No,
no lo sé- respondí muy, muy bajito.
- Eres
a la única persona en todo el mundo, a quien no le puedo leer el pensamiento.
Incluso ahora que eres como yo.